Ese momento cuando te detienes de tu rutina y te quedas
parado frente a una pared blanca, observando la nada aparentemente. Lo que
realidad ves es el pasado, TÚ pasado. Aquél al cual quizás deseas volver, pero
sabes que no se puede. Observas las caras borrosas de las personas que
conociste y te quedas mirando una en especifico. Aquella que alguna vez fue una
gran persona para ti, una que siempre dijo que estarían juntos en las buenas o
malas, aquella con la que tu lealtad era mayor o igual a la que tienes con tu
familia. Aquella persona que tenían miles de planes, que hacían hasta las
necesidades más absurdas juntas, que serían padrinos o madrinas de sus hijos,
porque su apego iba a durar mucho tiempo. Siempre lo decían. Pero te miras
ahora y ves un pequeño vacío a tu alrededor, un pequeño vacío que dejo esa
persona al alejarse.
Tal vez no fue su culpa, tal vez fue TÚ culpa y simplemente
no lo sabes. Nunca lo sabrás tampoco. No por la acción de que alguien o tú misma
no te lo dirás, sino por el simple hecho que nunca querrás aceptar la verdad.
Querrás mantener aquel recuerdo tal cual era, sin que se manche por algo que
estaba oculto a tus propios ojos. Tal cual como siempre pensaste y recuerdas
como es.
Y de a poco tu mente se va despejando retirando aquellas
nubes grises que tapaban tu mente evitando que pensara con claridad. Y sientes
nuevamente aquel vacío haciéndose cada vez más grande y no sabes cuando parará.
O tal vez ya paró y tú aún no lo notas, quizás siempre supiste que esto no
daría para más, sólo los años que duró la infancia. Aquella infancia donde
la/lo conociste, aquella donde todo era mejor, donde aún podías creer en
palabras que algún día el viento se llevaría. Y tu mente, nuevamente, te trae
al presente, presente en que la ves de lejos. Lejos, como si una pared alta y
gruesa se hubiese interpuesto entre ustedes. Y tú -algunos días- deseas que esa
pared se destruya y todo sea una horrible pesadilla, que esa persona nunca se
fue de tu lado, que solo fue una pequeña pelea que se solucionaría con un
"lo siento".
Y la realidad te abofetea, dejándote en el piso con lágrimas
en los ojos, con un nudo tan grande en la garganta que no te deja respirar.
Observando con temor a tu alrededor te paras, tratando de contener las ganas de
llorar, porque "los débiles lloran" y TÚ no eres uno de ellos. Evitas
por todos los medios que esas lágrimas salgan de tus ojos y viajen por tus
mejillas hasta el mentón donde se pierden al caer al piso.
Vuelves a contemplar tú alrededor, y la ves. Ves a aquella
persona que te tiene aterrado por dentro que hace que tu orgullo controle tu
cuerpo. Lejos de tu circulo, sonriendo alegre con otra gente. No que seas
celoso o tuvieras envidia de aquellas personas, sino que tú no fueras parte de
esa alegría te destroza. Recuerdas palabras escritas en la red, palabras que no
van dirigidas a ti, sino que a otras personas, las cuales -al parecer- te han
remplazado.
Y es ahí cuando las dudas llegan a tu enclenque cerebro,
DUDAS que nunca fuiste un gran compañero, que tu lealtad no fue suficiente, que
tu compañía no fue significante para que se tomé el tiempo de escribir unas
pocas palabras.
Pero TÚ tampoco pones de tu parte, no tienes el valor de
hablarle cuando esta disponible, simplemente lo ves. Y piensas en miles de
posibilidades que nunca podrían pasar si no mueves los dedos y comienzas a
escribir. Eso es lo que hace el miedo, MIEDO de saber la verdad, verdad que tú
distorsionaste para que esa persona quedara como la mala.
Y te das cuenta de eso cuando nueva gente cercana a ti,
puede estar cerca de esa persona. Y tratas de hacer un comentario objetivo y el
odio te ciega, emanando veneno contra aquel ser humano. Al estar sola te pones
a pensar si eso es realmente odio o resentimiento por lo sucedido. Tal vez sea
lo segundo, dado que fue tu primera lealtad verdadera y duradera que tuviste y
que esta terminara como terminó no es bueno para nadie.
Y es cuando decides sobrellevarlo y que con el tiempo lo
puedas superar, aunque adentro tuyo -muy adentro- tienes una pequeña esperanza
aun flameando que todo volverá a como era antes.
Y la realidad te sigue abofeteando cuando interpretas
palabras que jamás deberías haber leído, pero aquel sentimiento antiguo llamado
"preocupación" hace que tu cuerpo actué solo. DESTROZANDOTE
nuevamente, como si ya tu propio martirio no fuera suficiente, si las malditas
ganas de llorar contenidas no fueran suficientes para dejarte sin respiración.
Tenía que venir ese estúpido sentimiento y hacerte sentir peor de lo que estabas.
O pensabas que estabas, entonces te descubres pensando que ya lo tenías
superado, jurándote nuevamente que nunca harás lo que hiciste, que dejaras el
pasado atrás como debería estar. Pero te sorprendes parada frente a la pared
blanca, supuestamente mirando la nada, apreciando el color blanco que la cubre
dándote un tiempo en esta rutina tan monótona que tienes y que te aburre. Sin
embargo no es eso lo que realmente haces, lo que haces es curiosear tu propio
pasado para ver alguna pequeña herida que puedas toquetear que te devuelva un
poco el dolor olvidado por la rutina. Y es que así somos los seres humanos,
necesitamos abrir viejas heridas, que probablemente estuvieran completamente
cerradas, para abrirlas y que esta te devuelva un poco la emoción que has
olvidado.